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miércoles, 4 de mayo de 2011

UNA DE CAÑAS

Interesante el cafelito del lunes. Charlamos mucho sobre cañas, marcas, fibra de carbono, acción, parábolas y no se cuantas cosas mas. Muy convencidos de las Colmic hicimos un pedido grandioso que gestionará Joaquín. A partir de la próxima semana todos con cañas nuevas, especiales para dentones, especiales para doradas, especiales incluso para acallar conciencias.
Tras el cafelito llevé al Guille a la Cala, para que recogiera su coche y eso hizo que regresara a casa atravesando la barriada del Palo, haciéndome detener el semáforo que hay en las “cuatro esquinas” ¿casualidad?, creo que no, seguro.

Allí estaba yo, parado y con la mirada fija en un escaparate. En los pocos segundos que dura el cambio rojo a verde me transporté a mis diez años, y justo delante de ese escaparate, el de Casa Miguelito.

Casa Miguelito tenía de todo, aunque el todo carecía de importancia frente a los artículos de pesca. Allí compraba anzuelos por unidades, nunca mas de dos o tres, el hilo por metros y las poteras para “robar” lisas con pan. Al principio pasaba de corchos y plomos, me los fabricaba hasta que, mas adelante, afiné el aparejo. Pero eso fue mucho mas adelante.

Todas las semanas me dejaba caer por casa Miguelito un par de veces. Siempre esperaba que la tienda se llenara pues es bien sabido, por una de esas leyes no escritas, que a un cagarro de niño se le despacha el último y ese tiempo de espera lo disfrutaba a tope. Como en un ritual, me posicionaba frente a la vitrina de la izquierda del mostrador donde se encontraban las cañas. En esa época las cañas eran de dos tipos, cañas para tiesos, como yo las llamaba, y cañas del copón bendito. Las primeras eran de 3 y 4 metros, con tramos de caña de cañaveral y una puntera de bambú. Las segundas, tambien de 3 y 4 metros eran enteritas de bambú, con anillas cerámicas y tubos de engarce de latón muy brillantes. El precio…….inalcanzable.

Pasaban los meses y seguía sargueteando, tanto en el tubo de casa Pedro como en el de las monjas, con mi caña, elegida con detenimiento en el arroyo Jaboneros, deseando tener la caña de bambú, la de cuatro metros, no la de tres, porque un metro mas de lance era la distancia justa que separaba el éxito del fracaso.  

Recuerdo un San Pedro, en aquella época el 29 de junio era fiesta, igual que el 18 de julio, con la familia reunida de celebración, éramos tres Pedros. De los regalos no recuerdo nada a excepción de uno, el del abuelo, un paquete largo, muy largo, envuelto en papel blanco con letras rojas de droguería Casa Miguelito. La caña, pensé, y allí estaba la cuatro metros enterita de bambú.

Es difícil describir los cambios que la caña produjo en mí, bueno difícil no es, pero como que no es plan ponerme a contaros. ¿pescaba mas? Creo que no, pero eso de llegar al tubo, sacar la caña de su funda de tela verde, montarla pausadamente, notar las miradas de los colegas eso……era un gustazo. Pelear un sarguetón notándolo vibrar desde la puntera …..una pasada, curvarla con las lisas……era volar la imaginación a otras pescas. Pocas cosas me han dado tantos momentos de felicidad como la 4 metros de bambú.

Y ahí estaba yo, parado en un semáforo, dejando correr recuerdos, con la entera seguridad de que las dos colmic que acababa de encargar ni de lejos serán mejores que mi primera caña de bambú.

Todavía la conservo, aquí os dejo una fotito de la 4 metros situada en un lugar de honor del cuarto de pesca.

Saludos.


1 comentario:

  1. Evocador sin duda, muy bueno Pedro, me hace recordar aunque yo sea un poco más joven, a las que mi padre tuvo por primera vez con un Sagarra de esos que podías tener recambios de todas las piezas... sin duda un tandem inmejorable.
    Para mi aunque indirectamente, las de bambú también formaron parte de aquellos encantadores comienzos, ahora sólo tiene algo en común, que los momentos para mi siguen siendo eso... encantadores.

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